Descenso

En cuanto supe que no podría continuar este sueño, me levanté y empecé a escribir en papeles sueltos como poseído. Como no podría escribir tan rápido como iba recordando, encendí la computadora para intentar no retrasarme tanto en mis apuntes (que quedaron garrapateados de manera horrible en las hojas). Conforme iba escribiendo, me di cuenta de que estaba en dos lugares que recurrentemente aparecen en mis sueños pero no podía recordarlos hasta apenas hoy, a pesar de que sueño con ellos de manera constante, siempre olvidaba esos lugares.

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Estoy vestido de manera normal. Me encuentro en el cuarto que era de mis padres en la casa en la cual viví durante mis años de primaria y secundaria. Hay una silueta que tiene una sombra sobre la cara y es un psicoanalista. Lo sé, aún cuando no lo haya dicho aún. Estamos en el cuarto Pedro, Eder y yo, todos con unas hojas de papel blanco, unas plumas y lápices, acomodados en el suelo. El psicoanalista está sentado sobre el mueble que detiene al colchón, pero no hay tal, sólo están las maderas que sostienen. No sé si es hombre o mujer, su voz es perfectamente andrógina y me es imposible saberlo a pesar de que nos da instrucciones.

“Dibujen algo que cante.”

Comienzo unos trazos rectangulares con bordes redondeados, son las cabezas de unos muñecos simples, sin cuello y con pies pequeños pero cuerpo ancho, mirada alegre y simplona. De pronto, me llega un impulso por borrarlos que no niego y sólo se ve la silueta de la presión del lápiz sobre la pluma. Aún es evidente, pero no puedo quitar eso del papel.

De pronto no traigo pantalones. Y al siguiente momento sí los tengo.

Se apagan las luces. Eder toma su lapicero / portaminas y me lo clava en el muslo, no traigo pantalones. Las luces regresan. Increpo a Eder y lo acuso con el / la psicoanalista, diciéndole que sé que tiene un portaminas negro con pedazos verdes, él lo niega. Veo su estuche y no encuentro lo que yo dije. Psicoanalista niega con la cabeza y sigue dando instrucciones.

Me pongo de pie y les pregunto

“¿Por qué quieren vender a los ______ [olvidé el nombre]?”

Me preocupo. Sé que esos monos que había dibujado, en realidad viven dentro de la mente y cabeza de cada uno de nosotros, de todas las personas. No sólo como ideas, si no también físicamente. Al extraer todos los ______ de la cabeza de alguien, éste moría, y tal vez los ______ también. Eder me mira con burla, sabe que por alguna razón no me puedo enojar con él ni hacerle daño. Efectivamente, lo intento, pero no puedo, me doy cuenta que estoy impedido de hacerle daño por alguna fuerza extraña que no me da la libertad de moverme siquiera si esa es mi intención.

Una vez más, y sin previo aviso las luces se apagan. Aparezco dentro de mi mente. Todo de repente parece haber pasado hace mucho tiempo… intermitentemente tengo pantalones y éstos desaparecen.

Extrañamente, mi psique parece ser una expo de universidades. Lujosa, en un salón enorme, con stands pequeños para miles de universidades de todo el mundo. Por ahí deberían de estar los _______.

Llega de la nada un fuerte viento y ahora la expo está decorada con maderas finas y metal opaco. Miro a mis alrededores. Todo mundo está vestido de gris, excepto un grupo de personas que me buscan y siguen con la mirada. Ellos quieren a los _______ que viven dentro de mí, me doy cuenta.

Una rubia vestida de colores brillantes, de aquel grupo de personas, se me acerca. Intento zafarme de su mano, pero me tiene tomado por la muñeca con una fuerza sorprendente.

“Yo vivo aquí y nunca pasa nada. Tienes una mente libidinosa y sin embargo nunca, nunca tengo sexo. Te propongo un trato. Hazlo conmigo y te ayudaré a que no atrapen a los _______.”

Veo a la habitante de mi mente. Respiraba pesadamente, parecía estar terriblemente excitada (y no podría culparla si en realidad nunca tenía sexo a pesar del ambiente normal de mis sueños). Suponiendo que era la mejor opción, acepto. No sé si ellos sepan dónde están ocultos los ________, pero al menos yo no lo sé; no puedo arriesgarme.

Pensaba empezar por acariciarla y hacer todo lo necesario para que ella estuviera lista pero, detiene mi mano. Me guía rápidamente a un cuarto de baño que está ahí cerca.

“No necesitas hacer nada de eso, podemos empezar de una vez, sólo quiero un poco de privacidad”. Y sí. Parece ser que ha esperado demasiado tiempo para hacerlo y está —

¿Qué demonios?

De su sexo sale algo extraño y asqueroso como pocas cosas en esta existencia. Una sustancia con la consistencia del frappé, rojizo claro casi rosa, cálido y viscoso. Es como si estuviera en sus días pero… pero ¿qué carajos es eso?

Un aviso extrasensorial me dice que los hombres que están buscándome están ahí afuera del baño. Ella lo hizo a propósito. Sólo hay una salida, la puerta con demasiados vigilantes, y… una pequela ventana de un palmo de ancho pero bastante larga. La ventana tiene un mosquitero metálico.

Estás en un sueño. Aprovéchalo.

Le hago caso a esa voz que no era audible, sin embargo comprensible, y salto hacia arriba.

“Ah, ¿me quieren? ¡Entonces vengan por mí!”, le grito con enojo. A medio salto, cambio de dirección y pongo mi cuerpo en postura como para hacer un clavado olímpico pero hacia la ventana. Atravieso el espacio que hay a pesar de que no cabría en una situación normal y el mosquitero metálico no me detiene. Me hago etéreo o algo similar y traspaso todo sin problema alguno. Por suerte, las ventanas del cuarto de baño dan al interior de la expo, como si fuera un elevador de los que tienen cristal para ver el lobby de un hotel conforme se va subiendo.

El cuarto es casi tan grande como el de Carmilla en Bloodlust, pero de hecho una “expo” ha cambiado y ahora se ve con decoración más moderna. Hago un vuelo en forma de U, bajo, subo y tengo que, de la nada, volver a bajar porque ahora estoy compitiendo contra mi propia mente. Una parte de mi ser quiere vender a los seres cuadrados y matarme, por lo que tengo que defenderme de mí mismo, de algún tipo de impulso suicida que cobra forma como una realidad a pesar de que sé que no estoy en ella.

Los secuaces me empiezan a perseguir y la rubia viene deetrás, aún teniendo brotes a borbotones de aquellos asquerosos. Uno de los hombres se parece muchísimo a Rude de FFVII AC, pero más blanco, como me imaginé a Edipo de La Secta del Placer. La expo cambia de golpe, ahora tiene como decoración tubos metálicos opacos, pero estos hacen estructuras cono enes minúsculas gigantes que se apilan sobre sí sobre las cuales puedo saltar, así que doy un salto de 15 metros… que no sucede un segundo después, mi mente me regresa al punto donde estaba para que me alcancen. Intento de nuevo y doy el salto, la expo ahora está vacía y rude va subiendo torpemente por la estructura de tubos porque no puede hacer lo mismo que yo. Dándome cuenta de mi ventaja, tomo un tubo y me preparo para romperle la cara con él, pero al momento que lo golpeo el tubo se hace como de lona inflada, como aquellos colchones de aire sobre los que juegan los niños. No puedo matarlo, pero al menos lo hago retroceder. Doy otro salto de varios metros de altura para tratar de llegar a la n más alta, pero de pronto el lugar cambia una vez más y estoy en aquel mall (véase Lugares para más detalles)…

Rude viene detrás, así que tomo mi arma (él tiene ahora una igual) y empezamos a batirnos con intención de matar pero instrumentos verdaderamente inofensivos; aunque, de perder el equilibrio, la caída me mataría. Doy un último salto inhumano y…

Aparezco sobre un jardín. El cielo está despejado, el sol brilla y en el jardín se pueden ver varios juegos para niños, unas resbaladillas, y un trampolín mal hecho, ya que el está medio enterrado y sólo sobresale una parte que sirve para saltar, pero está inclinada y tiene la punta doblada, haciendo un pequeño escalón. Aún es flexible, pero no hay lugar suave dónde caer. A un lado está el terreno baldío infinito (véase Lugares).

De pronto el jardín se ensancha y se vuelve desierto después de unos metros, brotan de la tierra unas paredes que sé que son ilusión y sólo sirven para aprisionarme, porque el desierto sigue después de ellas. Están ahí únicamente para enmarcar el jardín… y la casa que surge de la nada en ese momento. Blanca, a medio construir, de un estilo que era moderno y tirándole a futurista a principios de la década del 2000, sólo tiene la puerta principal que no tiene perilla, no tiene ventanas pero sí tiene unas como persianas / cortinas corredizas que se enrollan desde la parte superior, no siento el viento pero tiene que haber porque las cortinas extrañas se mecen solas. COmo si eso fuera una invitación, siento el viento, escucho aves cantar (que no hay en un solo lado), insectos haciendo sus ruidos diurnos y demás ambientación, como si mi mente me tratara de convencer que estoy en la vida real… La puerta está desgastada, noto en cuanto me acerco, porque no puede cerrar siquiera.

En ese momento tengo otra extraña revelación: si cierro la puerta detrás de mí, me iré a un mundo muy parecido al que viven las gemelas de Fatal Frame, un mundo donde los fantasmas están mucho más cerca de nosotros. Y sé, por un momento, que si quiero escapar de aquel lugar donde estoy aprisionado porque no puedo salir de la casa o su terreno sin morir en el desierto, entro a la construcción. Está vacía, pero pintada, no hay puertas dentro, sólo dos aperturas a cuartos que se encuentran en la pared derecha, la pared izquierda no tiene entradas ni algo similar a pesar de que la casa tiene espacio para que haya ahí al menos una habitación grande; el pasillo que daría a la cocina se interrumpe abruptamente y hay una pared. Seguramente si me voy al otro mundo encontraré los cuartos que faltan…

Intento cerrar la puerta. Se resiste a mis empujones dos o tres veces. Cuando la logro cerrar, ¡BLAM! Lo hace con un sonido fuerte casi como de disparo de pistola de bajo calibre. De golpe, al mismo tiempo que el sonido, las luces se bajan de manera brusca, la puerta se intenta abrir de nuevo pero soy yo quien la detiene. Me meto al cuarto de la izquierda que está junto a la puerta (Derecha si uno iba entrando), que ahora en vez de puerta tiene una cortina igual que las ventanas. Al hacerlo, la cortina se sigue meciendo. Entra una niña. Tiene la cara blanquísima y los ojos también en blanco pero no de ese color. Es como si estuviera ciega. Tiene un corte de cabello recto que está a la altura de la nuca y un pequeño pasador para que el fleco no le caiga en la cara. Me busca. Intento salir por la ventana, y lo logro. Desde el patio, la veo ntrar a la casa. Ahora es de noche, la luna llena ilumina todo con una fuerza sorprendente, ya que incluso dentro de la casa puedo ver sin problemas, ahí afuera veo que los juegos no han cambiado, sólo se les unió un mundo en los que uno da vueltas. La realidad misma parece tener problemas con la tarjeta de gráficos, todo lo que veo tiembla, pero no como si fuera un movimiento telúrico, es más como si la imagen no fuera estable… mi mente intenta matarme de nuevo.

Aparezco de nuevo frente a la puerta del cuarto de la derecha. Maldigo para mis adentros, ¡me está haciendo repetir las cosas! En la habitación, de pronto, veo que la niña entra y la cortina se mueve con más fuerza, como para revelarle a ella que estoy escondiéndome, así que mi salida por la ventana queda impedida, ¡me vería si lo intento! Ella se inclina hacia el frente, me siento y me empujo contra la pared como si quisiera que ésta me absorbiera… Se acerca más y más… Puedo ver que es una niña que murió hace tiempo pero sólo puede manifestarse en esa realidad, en la anterior no es palpable. Sus apagados y opacos ojos buscan, pero no me ven a pesar de que estoy ahí, hacen movimientos frenéticos para encontrarme pero no sirven, sólo me ponen nervioso. Intento correr junto a la niña, doy un salto hacia delante, y por suerte soy etéreo por un momento, atravesando la cortina del cuarto que momentos atrás me hubiera detenido.

De pronto, me ve. Sus ojos logran enfocarme. Teniendo terror en la cara pero haciendo un buen acto de alegría en la voz, le digo “¡Vamos a jugar!”. Mientras finjo, tengo la terrible certeza de que ya no puedo regresar a la realidad anterior, ahora también es etérea la puerta. Estoy atrapado ahí.

La tomo de las manos y ruego por que no me empiece a bajar energía (ahora resulta que mi mente lo toma como un videojuego en el que me tratará de matar). Ella me sigue con el rostro iluminado de alegría (algo que realmente era digno del adjetivo “terrorrífico” , ver a la niña zombie / fantasma feliz). Comienzo a cantar aquella canción de niños…

“Jugaremos en el bosque, mientras que el lobo no está…”, pero no hay nadie más con qué jugar. La subo al trampolín mientras ella da saltitos alegres que hacen que los ojos, que no están fijos en su lugar, tiemblen a cada salto. El trampolín no parece ceder ante su peso. Es un fantasma ahora, aún ligeramente ligada a este mundo… Tengo una idea. Me acerco a ella y puedo sentir su aliento frío y rancio sobre mí mientras canta, pero mi peso hace que el trampolín se doble hacia abajo. Mientras pregunto con la tonadita de la canción “¿Qué está haciendo el lobo?”, doy un salto para atrás y la suelto de las manos. Por su falta de peso, el trampolín la manda hacia arriba con una fuerza sorprendente. Traza un arco de unos 10 metros de altura -si no es que más- y cae de cabeza, haciendo un sonido enfermizo con el cuello que se rompe al caer. Habría sido cómico de no ser porque ya estaba aterrado: escucho su voz, débil pero amenazadora, un sonido como de aire saliendo a través de una tráquea inservible que tiene varias salidas en vez de una sola que dé hacia la boca.

La puerta es física de nuevo, para mi suerte. Mientras entro y azoto la puerta detrás de mí, ¡no llego a la otra realidad! Pero ahora a mi izquierda hay una puerta. La cierro con cuidado al pasar y subo las escaleras con cautela. Las escaleras en caracol son lo único que hay en el cuarto, van hacia el piso de arriba, pero en vez de ser metálicas, son de concreto. La cautela… me es muy difícil porque aparecen ceñidas a mí unas botas góticas de suela enorme y metales incrustados como decoración; a la vez mis manos se sienten torpes y lentas. Puedo escuchar a la niña que está detrás de mí, respirando pesadamente. Seguramente ahora tiene la intención de matarme, lo lograría con sólo tocarme. No sé de dónde proviene tal certeza pero decido no arriesgarme y subo.

El cuarto al que llego no está terminado, sólo hay unas ventanas pequeñas que dan hacia la azotea. Con las botas que tengo, haría mucho ruido al caer, además de que hay una cornisa de unos 30 cms de ancho que podría hacerme resbalar y aterrizar con complicaciones. De cualquier forma lo intento, la ventana son dos rectángulos horizontales, cada uno de también 30 centímetros de alto pero más de un metro y medio de ancho. Paso los pies por la ventana de abajo y en vez de intentar salir por ahí, meto las manos en la de arriba y después la cabeza…

Salgo, mi tórax atravesó la parte que dividía la ventana. Arbitrariamente sigo volviéndome etéreo y no puedo controlarlo. Cuando caigo en la azotea, hay una camioneta blanca, nueva, estacionándose (ahora hay estacionamiento). La luz del sol me baña, pero existe un aire decididamente siniestro a mi alrededor. Abajo está mi primo Nacho apeándose. No sé si es él de verdad, o si estoy aún en mi mente…

Cada vez que atraviesas una puerta y la cierras detrás de tí, tus perseguidores detrás de la puerta mueren, pero entras a una parte más honda de tu subconsciente donde la realidad será más alienada y más ofensiva hasta que termines en tu propio mundo de terror.

De nuevo decido no cuestionar este pensamiento que aparece de la nada en mi mente y observo a mi primo, para saber si será amigable o no…

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En ese momento es cuando despierto. No fue por ruido ni por susto, es como si mi sueño hubiera dicho “no más por hoy” y me levantara. Intenté dormir para continuar, pero no pude.

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